-!Prohibido cenar carne esta noche!  Hay lugares en la India donde es complicado encontrar carne por motivos religiosos pero no tenía la sensación de que Bolivia estuviera en tal lista vegetariana. La explicación iba a ser más simple, San Pedro de Atacama está situado a 2408 metros y justo a 47 kilómetros se encuentra Hito Cajón, la frontera Chile-Bolivia a 4644 metros. Dos mil metros de desnivel en un corto espacio de tiempo que reducen vertiginosamente la presión atmosférica. La ingesta de carne hace que la sangre se acumule en el aparato digestivo y llegue en menor cantidad al resto del cuerpo, aumentando de esta forma los síntomas de uno de nuestros fieles compañeros durante nuestro recorrido por el altiplano andino, el mal de altura, mal agudo de montaña (MAM), Sorojchi (Bolivia) Soroche (Perú y Ecuador), Apunamiento (Argentina) o Yeyo (Colombia). Podemos profundizar en cómo evitar los síntomas del mal de altura con prevención y medicamentos pero la abstinencia de carne me pareció un buen principio.

Al llegar a la frontera andina es fácil adivinar que vamos a adentrarnos en un país económicamente más sencillo. El primer contraste lo encontramos entre una moderna frontera chilena, parecida a cualquier estación de esquí europea, y una simple y helada cabaña por parte del lado boliviano. Para compensar este desequilibrio financiero, los funcionarios bolivianos mantenían una comunicación más amable y sonriente que evidenciaba el carácter militar y huraño chileno.

Registrados los pasaportes y bajo pago 150 bolivianos de la entrada al Parque Nacional Eduardo Avaroa, a doscientos metros de la frontera, tomamos el primer contacto con la Bolivia más salvaje. La maravillosa Laguna Blanca se postra frente al viajero imponiendo su magnificencia belleza.

Sus aguas son blancas y saladas debido a los minerales que se depositan en sus lodos. La sensación al contemplar por primera vez los lagos del altiplano es de absoluta plenitud. Es un encuentro solitario entre el viajero y las montañas, sin carreteras asfaltadas, ni turistas estresados, ni comerciantes ataviados con souvenirs.

Un pequeño estrecho conecta las aguas de la Laguna Blanca con la Laguna Verde. De agua salada, la Laguna Verde tiene más bien un color de azul turquesa debido a su alta concentración de magnesio, carbonato de calcio, arsénico y plomo en sus aguas. Protegiendo el lago se encuentra el volcán Licancabur, «montaña del pueblo» en idioma kunza. Venerado por los incas como montaña sagrada, en la cumbre se depositaban ofrendas y se construían pircas para satisfacer a los dioses. En el cráter del volcán hay una pequeña laguna considerada el quinto lago con más altura del mundo.

A través de caminos de tierras llegamos a una zona con especial actividad volcánica. El Sol de Mañana es un espectáculo natural repleto de géiseres donde el contacto entre el agua superficial y las rocas calentadas por el magma interior, expulsan a la superficie vapor de agua caliente que llega a alcanzar los 50 metros de altitud. Es importante visitar el terreno con un guía, ya que además de encontrarnos con algún soplido caliente, también es fácil encontrarnos zonas de lava activa.

Siguiendo la vía norte y propuesta en la lista de las siete maravillas naturales del mundo nos encontramos con la Laguna Colorada. Su color rojizo proviene de una alga microscópica, llamada dunaliella salina. Esta alga unicelular se encuentra entre los organismos con mayor tolerancia a la sal y produce beta-caroteno, el mismo componente que las zanahorias, de aqui su color rojizo. Aunque estas algas son usadas por la industria cosmética por su elevado poder antioxidante, no creo que sea una buena idea un baño en sus aguas. Su profundidad de apenas 35 centímetros es idónea para que cada años se concentren 25.000 flamencos andinos para criar en sus aguas ricas en minerales.

Aunque el pintor catalán nunca supo de su existencia, el Desierto de Dalí parece haber proporcionado la inspiración necesaria para muchos de sus cuadros. Diferentes acumulaciones de piedras provocan un paisaje surrealista. La más fotografiada de todas ellas, es sin duda, el árbol de piedra.

Si existe un paisaje de grandeza durante todo el recorrido, quizás sea, la Laguna Hedionda. A la falda de los volcanes, miles de flamencos de la especie Parina chica (Phoenicoparrus jamesi) cantan escandalosamente en las aguas cristalinas. Mientras unos flamencos surcan los lodos con sus picos en busca de algas y crustáceos, otros bailan unidos en una elegante coreografía cambiando de dirección cada diez metros.

Al día siguiente, la falta de sueño no venció a la ilusión de seguir recorriendo las alturas. Cada lugar en el camino se prestaba a ser inmortalizado con la cámara fotográfica. Durante todo el viaje nos encontramos con unos amigos de los cuales es importante conocer su evolución.  Los camélidos son una familia de mamíferos que iniciaron su proceso evolutivo en América del Norte hace unos 40 millones de años. Aproximadamente hace 3 millones de años se dividieron en dos tribus: los camelus que se desplazaron hacia Eurasia, a través del estrecho de Bering y los lamoides, que decidieron continuar su viaje hacia América del Sur. Los camélidos sudamericanos se dividieron en dos géneros: Por una parte el género lama, que a su vez se divide en dos especies: guanacos y llamas, siendo estas últimas la domesticación del guanaco y ,por la otra parte, el género vicugna dividiéndose en vicuñas y alpacas, siendo estas últimas la domesticación de la vicuña con aportes genéticos menores de llama.

En la práctica, las vicuñas son animales silvestres protegidas por diferentes leyes de conservación y su caza está terminantemente prohibida. La fibra o lana de vicuña tiene un altísimo precio en el mercado, por lo que es imposible encontrar este tejido en los mercados locales de Uyuni. Se produce por el esquileo de animales capturados y devueltos en libertad por la técnica chaco de origen inca o por fincas ganaderas en estado de semicautividad. La lana de alpaca, aún siendo también bastante cara, es más fácil de encontrar ovillos en mercados de Bolivia y Perú. Una forma sencilla de ver si una bufanda está realizada en lana o con algún producto derivado del petróleo es quemando alguna de sus fibra.

El despertador sonó a las cuatro de la madrugada, el mal de altura había dado una tregua esta nueva noche, quizás por el agua caliente de las duchas o por el vino de la cena. Circulando a través de la negrura, el destino era contemplar el orto en el salar de Uyuni.

El salar de Uyuni es el mayor desierto de sal del mundo y la mayor reserva de litio del planeta. Rodeado de pequeñas colinas su superficie es de 10.582 km² por lo que es muy peligroso perderse ya que apenas existen referencias en el interior. En la estación seca el salar de Uyuni parece un desierto blanco e infinito, mientras en la estación lluviosa se convierte en un enorme espejo debido al reflejo de la luz en el agua.

La ciudad de Uyuni no tiene mucho atractivo turístico; en cambio, a la afueras de la población se encuentra un fascinante cementerio de trenes. Estas locomotoras finales del siglo XIX, recorrían la línea férrea entre Uyuni y Antofagasta transportando minerales a los puertos del oeste. La guerra del Pacífico entre Chile, Perú y Bolivia dejó en manos de los chilenos los territorios de poniente y la línea de ferrocarril cayó en desuso. Las máquinas de vapor que se reparaban en Uyuni, languidecen a vista de los turistas, expuestas al óxido y el clima del desierto.

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